«La pintura es lo que me ha salvado la vida»
María José Forné despunta como la ‘pintora taurina’ de Sevilla tras obtener tres premios en apenas un año
Entrevista El Correo de Andalucia 9 de Julio de 2016
Se ha extendido sobre ella la fama de pintora taurina –tres premios en un
solo año es lo que tienen–, pero María José Forné se maravilla de ello y dice no serlo, o no
del todo. «Soy una pintora muy versátil, abarco muchos temas, porque la pintura
se define más que nada por la forma de ver las cosas. Me muevo en todos los
campos, y ahora últimamente en el taurino se me ha podido ver más gracias a los
premios, pero no: a mí me gusta mucho el color, el paisaje, las flores, todo». Sus temas, al igual que su forma de pintar,
se parecen mucho a ella: delicadeza, suavidad, serenidad. Sus
abstacciones parecen flores, sus paisajes muestran una Sevilla alejada de las
estridencias cromáticas que tanto caracterizan a esta ciudad, de sus vivos
contrastes, de su duelo entre luz y sombra con clara ventaja para la primera.
No, su obra lo mira todo con más ternura. «Yo veo las cosas», explica, «y como
los pintores tenemos una visión diferente, la transformamos. Pinto las cosas
como las veo en ese momento. Es lo que nos define a los artistas».
Aunque su carnet diga que nació en
Castellón, ella es «sevillana por los cuatro costados», aclara. «Me vine muy
pequeña a Sevilla por razones de trabajo de mi padre. Él pintaba, le encantaba
dibujar, es una afición heredada de mi
padre. Eso lo he vivido desde pequeña. Vendría con unos cinco años. Y
pese a no poder enmendar el no haber nacido aquí, mi gran orgullo es que mi
hija sea sevillana».
Su desembocadura en el arte ha sido un
proceso igualmente apacible y natural, que ha llevado su tiempo. Comenzó a
pintar hará unos treinta años. «Me casé, tenía tiempo libre y empecé», lo
resume ella misma. «Luego me divorcié y me refugié en la pintura, y eso ha sido
lo que me ha salvado la vida, la pintura. Me considero afortunada de tener esta pasión, que es la que ha llenado
todos mis vacíos. Todos los malos ratos los ha compensado la pintura. Vi
que era mi forma de vida, que ya no podía vivir sin pintar. Y en eso estoy».
Ganarse la vida pintando es muy difícil,
bien lo sabe ella y cualquier otro que haya empuñado un pincel en su vida con
otro propósito que el de rascarse la espalda. «Pero te llena tanto... Somos un
poco privilegiados», advierte María José Forné. «El arte te llena, te
satisface. Cuando pintas se te olvida
que el mundo existe a tu alrededor, te evades de todo, y a una cierta
edad eso es algo que hace que una se sienta afortunada».
Conocer para amar
«Sevilla me da mucha pena. Aquí tendría
que haber mucha más cultura», se duele la artista. «Deberíamos proponérnoslo.
Creo que parte de culpa la tienen los ayuntamientos. Es una pena que Sevilla se
haya dejado ir ese Museo Thyssen, y tantos museos como hay por ejemplo en
Málaga. En Málaga [donde expondrá la semana que viene, por cierto] se ha hecho
una referencia a una ciudad del arte, y eso tenemos que procurar que Sevilla
también lo sea, porque Sevilla ha
tenido a los mejores pintores, y es una pena que no fomentemos eso. Algo
así podría ayudar a que educáramos nuestros sentidos artísticos, como el
escuchar música educa el oído y ves que te va gustando. Con la pintura sucede
igual. Cuando ves mucha, tienes otra forma de mirarla y te entra el gusanillo,
pero eso hay que educarlo».
El Teatro de la Maestranza, por ejemplo,
por no salir de esa avenida –para ella «única en el mundo»– que es el río con
sus dos espectaculares aceras, el Paseo de Colón y Betis. «El Maestranza nos ha
hecho amar la música», insiste. «Teníamos conocimientos de música, sí, pero ha
sido el teatro el que nos ha inoculado ese veneno. Ha hecho muchísimo por Sevilla. Y con la pintura tendría que haber algo
parecido que ayudase a comprenderla mejor y a amarla más».
Sin olvidar que «el arte trae dinero. El
amante del arte va a los sitios, va a los museos, viaja. Sevilla debería ser un
lugar adonde viniera la gente a ver arte». Faltan, a su juicio, lugares donde
mostrar las propias obras. «Si yo me
quiero plantear hacer una exposición en Sevilla, ¿dónde la hago? Debería
haber un espacio público, sobre todo para la gente que está empezando, que
tiene tanto que transmitir, tanto que decir, y no le estamos dando cabida. Hay
tantos genios por ahí que pasan por la vida sin haberse dado a conocer...».
No es que Sevilla se porte mal con sus
hijos, no es eso. «Lo que pasa es que hay que conocer a los hijos. Si no los
conoces no los puedes querer. Es una pena que gente de aquí se tenga que ir
fuera a que la valoren. Vamos a darles calor a nuestros hijos. Sevilla luego presume mucho de su gente, pero
tiene que conocerla».